Entre machos y putas

por NOAM GOTTLIEB, Est. Cine, U. Del Desarrollo.
 
Ha llegado el momento en la sociedad, en nuestra cultura como chilenes, donde se ha deslegitimado la masculinidad aferrada a los paradigmas tradicionales existentes. Una ola de violencia machista y el boom del feminismo están ocurriendo en las casas de les que vivimos en nuestro país. Hoy en día, he tenido la posibilidad de experimentar distintas formas de entender, analizar y vivenciar la masculinidad y la feminidad que me ha impuesto el patriarcado, y puedo decir firmemente que, a pesar de estar fuera del clóset, sigo siendo masculino, aunque muchos lo pongan en duda, y pocos realmente lo crean. Pero es porque no soy perteneciente a esa masculinidad tradicional frágil de la que muchos somos víctimas, mientras otros son orgullosos poseedores, ni macho alfa ni macho menos, sino que pertenezco a una masculinidad distinta, la disidente.
Me separo del colectivo ideológico «sociedad chilena» por no estar de acuerdo con sus creencias, expresiones ni sistema. ¡No estoy de acuerdo con lo que se nos impone ser como hombres! El sistema nos impone un razonar, actuar y expresar limitado y vulnerable. ¿Cómo puede uno salvarse de ello? Depende de cada uno de nosotres ser conscientes que no podemos seguir cómodos en nuestros privilegios y debemos actuar ya.
Hay que abrir los ojos y entender el momento histórico en el que estamos. Ser conscientes que las actitudes que tenemos afectan al otre. Debemos tener la disposición a enfrentarnos a nuevas experiencias y herramientas necesarias para ser más inclusivos y empáticos, grandes falencias que nuestra sociedad padece. Nos encanta Ezra Miller rompiendo las barreras de género en la moda, pero nos burlamos de Maluma según cómo se viste y preocupa de sí mismo, esperando que salga del clóset. En el siglo XXI, ya no hay espacio para burlarnos de la masculinidad o feminidad del otre.

El patriarcado es algo que está arraigado en el colectivo. En todes nosotres. Es una hegemonía ideológica que posiciona al hombre como un poderoso que debe estar a cargo, que debe controlar el poder, lo sexual, lo económico, lo político, lo religioso, lo cultural y lo social, y lamentablemente hay muchas mujeres que avalan ese pensamiento. Aquello se ha instaurado en todo el planeta de forma casi unánime, parte del inconsciente colectivo del “sentido común” global, apoyándose en relatos de ciencia ficción mitológica promovidos por religiones que hoy no tienen autoridad en definir la sociedad actual. El mundo ha cambiado, y el género y la sexualidad es un ámbito más que se ha deconstruido de su esquema binario tradicional para expresar una realidad mucho más diversa, compleja y completa.

Las mujeres no pueden ser dejadas de lado, no pueden ni deben ser miradas en menos. El patriarcado las posiciona como proveedoras de lo que el hombre necesita/quiere y esa concepción es completamente errónea. Estamos en la misma escala de capacidades mentales y físicas para desempeñar lo que hoy en día se plasma como la vida misma. Ya no estamos en los tiempos de la caverna donde el macho salía a cazar y demostraba su fuerza y astucia, ni la fémina se quedaba dentro de la cueva para criar a los pequeños o salía a recolectar los frutos de los árboles aledaños. Hoy las funciones en la sociedad no pueden depender del sexo o género. Lo que hace uno, lo puede hacer una. Cada una puede expresarse como quiere. Basta de llamarlas putas cuando viven su sexualidad, ¿acaso nosotros hombres no hacemos lo mismo?

El feminismo no viene a destruir al hombre, sino que a darle la posibilidad, a hombres y mujeres, de ser tratados de la misma forma, con los mismos derechos, independiente de si tenemos pene o vagina. Entendamos que el feminismo no es solo para las mujeres, es para todes. Para que nosotros, hombres, podamos ser escuchados cuando emocionalmente estamos con trabas, para que podamos caminar en la calle sin que una mujer se espante porque caminamos cerca de ella. ¿Saben cuántas veces debo decir en la calle que no les voy a hacer nada? ¿Obligado a decirles que soy gay (porque ante sus ojos debo ser inofensivo o aliado) y que no están solas?

Hay otros que necesitan de un matrimonio igualitario. Otros necesitan de una ley de identidad de género, que al fin, luego de cinco años de tramitación, fue promulgada a pesar de sus falencias, para que tengan voz, espacio y respaldo dentro del Estado las elecciones de cualquier persona con respecto a su género. Otros que necesitan referirse a todes, que no se identifican con lo que binariamente estamos acostumbrados. Seamos empáticos con quien diside de la masculinidad, quienes luchan por la igualdad de derechos, por la igualdad de géneros.

La concepción masculina del macho alfa tradicional quedó en la generación anterior, pues en la que yo pertenezco, el macho ha perdido legitimidad como forma aspiracional de ser hombre. Los nuevos hombres del siglo XXI lloran, usan colores “pocos comunes” -porque los colores no tienen género-, y expresan sus sentimientos. Yo uso falda y sigo siendo hombre. No deben mostrarse duros y fuertes todo el tiempo, también somos sensibles y nos emocionamos. Débiles son aquellos que se suprimen a sí mismos y se incomodan por la libre expresión que difiere de lo supuestamente correcto, erróneamente preestablecido. ¡Qué importa la música que escuchas, si te humectas las manos porque las encuentras secas, o si quieres broncearte y cuidas de tu pelo como ellas! Somos todes personas, sean ustedes mismos y derribemos todos los inútiles prejuicios y límites, y vivamos una vida mucho más variante, espontánea y disfrutable.

¡Qué suerte haber sido hombre blanco heterosexual proveedor dominante propietario! La verdad es que la mayoría de la población no somos así. Quizás tú no necesitas una representación en el congreso, quizás tú no necesitas un día donde se reconozca la visibilidad de tu orientación sexual, quizás para ti no es relevante que el femicidio y el feminicidio sea tan común, o quizás consideras común enviar fotos de mujeres desnudas por whatsapp, normalizando y contribuyendo al machismo, al sexismo, a la violencia, al abuso y a la discriminación, normalizando esa conducta que está matando en todo el mundo a miles de mujeres. ¿Hasta cuándo vas a esperar para actuar? ¿Cuántas más tienen que ser abusadas, violadas y asesinadas por ser mujeres? ¿Cuándo le pase a tu amiga, polola, hermana y/o a tu mamá? ¿Cuántos más tienen que ser torturados, violados y asesinados por su orientación sexual? ¿Cuándo le pase a tu hermano, amigo o papá?

A muchos otros, otras y otres sí nos importa y sí lo necesitamos. Somos muchos los que no gozamos de los privilegios del androcentrismo. Por eso hoy digo: soy disidente de la masculinidad hija del patriarcado hegemónico, porque desprendo de mí toda aquella educación que recibí que me coartó de una libre expresión, donde se me impuso ser, pensar y hablar de una manera “masculina”, y que gracias a ella doy cuenta de lo limitada que fue y es. Por eso también el cambio de mi segundo apellido de forma social, porque es un mero recuerdo del machismo arraigado en mi familia, el que dejo atrás, sacando a flote la resistencia del feminismo. Ya no se puede seguir el modelo de masculinidad tradicional, cada vez más obsoleto. Los tiempos han cambiado, lo quieras o no; ya no hay vuelta atrás con el género y la sexualidad.

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Un comentario

  1. Lo raro que eres ortodoxo y como hombre no.traes el sustento
    Lo hace la mujer.
    Te sacas los lente para no ver a la mujer siendo.que es tu alma la.que decea a la.mujer.
    Y puedo seguir.
    A te aclaro yo.soy judío pero sefardí

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