Hipster
por DEBORAH MEDREZ, Canta autora. BA en Literatura Inglesa y Americana, Stern College for Women, Yeshiva University.
Es domingo por la tarde y, recuperándote de tu resaca, te haz decidido ir a dar una vuelta por el parque México, quizás para echarle un ojillo a la variedad de perros, a visitar las tiendas vintage o simplemente para juntarte con tus amigos a tomar un jugo. Por supuesto que traes tus jeans mega embarrados, una barba de rabino, tus lentes Ray-Ban fosforescentes, unos zapatos sacados del armario de Frank Sinatra y una camisa heredada de tu abuelo. Se te acerca una linda adolescente y con admiración te pregunta: «¿Eres hipster?»- y contestas ofendidísimo – «Por supuesto que no!», y te escurres de ella lo mas rápido posible. ¿O sí lo soy?
La palabra hipster todos la usamos, todos la criticamos, todos nos identificamos con ella a escondidas, nos distanciamos de ella un poco, pero conocemos su real significado? Tiene sus raíces en la palabra «Hip», que describía a los aficionados del jazz en los años 30’s y 40’s, particularmente del bebop de Charlie Parker. Estos hombres generalmente simulaban el estilo de vida de los músicos de jazz, manteniendo un porte relajado, haciendo uso de cannabis y otros psicotrópicos, siguiendo códigos sexuales relajados, viviendo bajo una pobreza autoimpuesta. No se sabe con certeza si la palabra se deriva de la práctica que tenían aquellos de reclinarse en caderas «hips» de unos de otros para fumar opio, o de la palabra africana «hipi»– abrir los ojos.
Desde sus inicios, este personaje Hipster se definió como el jazz mismo: un ser improvisado, underground, lírico, cool, listo, libre de lo expuesto por una etiqueta social, un ser que encuentra su individualidad, revocando la que le fue impuesta por nacimiento. Generalmente, un joven blanco que rehuye de la fortuna familiar para rehacerse a sí mismo con el mulato musical que realmente sí nació en la cenizas. Una mezcla de culpabilidad, ironía y autonomía.
La cultura Hipster siguió evolucionando cuando diferentes corrientes literarias de los 50’s, como el «Beat Generation» con sus tendencias hiper liberales y rebeldes, comenzaron a identificarse con esta cultura lírica. Estudiantes, que fueron formalmente educados en las mejores universidades, comenzaron a revocar las formas clásicas literarias e introdujeron prosa nunca antes vista: frases sueltas, sin forma, ni estructura, ni puntuación. Punzadas del alma de Allen Ginsberg y Jack Kerouack. Estos rebeldes realzaron los valores anticonformistas de los hipsters y los llevaron a alturas todavía más extremas.
La identidad Hipster se convirtió en una lucha constante en contra del conformismo de las masas estadounidenses, siempre renunciando a los estigmas de moda. Pero esta lucha constante siempre se veía atrapada en la encrucijada de volverse ella misma en una corriente común, y sí que se volvía. Siempre los grupos de resistencia se vuelven sedes elite que acaban por decidir la fe de muchos, porque lo clandestino llama mucho más la atención que lo que está al descubierto. Cuando pensamos en aquello que caracteriza a una era, si bien podemos definirla según lo hegemónico, también debemos hacerlo desde los resistentes: los románticos, los hippies y los punks, y hoy en día, los hipsters.
La corriente hipster se mantuvo mitigada por varias décadas hasta finales de los 90´s cuando resurgió de forma más piadosa en las grandes ciudades. Puede decirse que el hipster es un agente en constante pelea en contra de la absorción comercial y tecnológica, posesionando al mundo natural muy por encima del industrial. Quiere todo hecho de manera natural y personal- la ropa que sea vintage o de materiales sencillos, la comida orgánica o vegetariana y sus productos de limpieza sin químicos. Hasta sus barbas largas y sus bigotes rechazan la necesidad de acudir al rastrillo y regresar a un estado mas primitivo. Tiene mascotas y crece un jardín de flores. Existe una nostalgia por un pasado en el cual no todo estaba saturado por comerciales, y entonces tiene una apreciación especial por objetos antiguos: máquinas de escribir, libretas, discos de vinilo, bicicletas retro, pipas y cartas por correo. Le gusta mezclar estilos de muchas épocas porque cree que el ser no está condicionado a cerrarse al presente.
El hipster desea liberarse de esta modernidad un tanto intrusa. Su identidad no yace ya en la definición, sino en la no definición, porque mientras la vida material en el oeste se va estandarizando más y más, más difícil se vuelve esta búsqueda interna. ¿Cómo te vistes? ¿Qué comes? ¿A dónde vas? El hipster ya no quiere tener, sino ser. Entonces traduce esta individualidad a: me da igual como visto, yo soy lo de adentro, lo de afuera es una envoltura. Ahí está el por qué de una camiseta con el estampado del gallo de Kellogg´s, y unos jeans rotos que gritan ¨me da igual, yo estoy un paso adelante de todo esto, déjame en paz¨. Siempre escapando de los estereotipos, usando su sentido de ironía para resaltar su individualidad. Le gusta ignorar lo que hay en la radio y busca la música mas recóndita, porque quiere algo suyo y no de todos.
En los últimos años, Ciudad de México se ha vuelto sede de una de las más grandes comunidades Hipsters en el mundo. Esta ciudad cuenta con vecindarios que se han ido poblando de jóvenes Hipsters, incluyendo la Condesa, Polanco y la Roma. Las calles de estos vecindarios están repletos de una versatilidad de locales que siguen estos ideales de naturalidad, autenticidad, ironía e inconformidad industrial. Una forma de vida que descansa en valores alternativos a un sistema legitimado por las masas y que no nos representa. ¿Una alternativa que se va convirtiendo en moda?