La Necesidad de definir lo Moral y lo Injustificable para la Defensa de la Dignidad Humana.

por NICKY ARENBERG, Est. de Derecho. U. de Chile. Directiva de Federación Estudiantes Judíos de Chile.

Desde tiempos inmemoriales, los hombres hemos relativizado nuestra posición en el mundo para justificar nuestras acciones y omisiones. Desde los mitos creacionales hasta las últimas tendencias en psicología, todos tienen como fin, de forma planificada o des intencionada, relativizar y justificar el actuar humano. De esto, surgen por lo menos dos interrogantes: ¿Cómo sucede esto? Y ¿Cómo determina cada individuo la forma en que relativiza el quehacer humano?

A primera vista, la respuesta a ambas preguntas parten de un mismo elemento: la palabra. Wittgenstein decía que “los límites de mi lenguaje son los límites de mi mente. Todo lo que sé es aquello para lo que tengo palabras”, lo cual se presenta como verdadero en este ámbito de la relativización moral del hombre. Así, decir que matar a otra persona es malo porque atenta contra la dignidad del hombre, se constituye como un ejemplo muy decidor respecto de la diferencia sustancial que produce, en nuestro fuero interno, el uso que se hace de ciertas palabras que vienen cargadas de un contenido moral o ético.

Siguiendo la idea anterior, es este contenido moral o ético que le damos al lenguaje el que sirve para justificar nuestras acciones. El paso que sigue es establecer como ese contenido justificador es el que relativiza nuestra posición en el mundo. Para esto volvamos al ejemplo de un asesinato. En general, las personas racionales ven al asesinato como algo abstractamente reprobable, pero si a ese acto de matar al prójimo le añadimos el contenido ético-lingüístico específico de un sistema moral determinado, se ve cómo hay distintos fundamentos para calificar tal acto como malo (E.g. matar está prohibido en la Biblia o privar a alguien de su vida es ignorar sus Derechos Humanos) y también distintos fundamentos para justificarlo (E.g. fue un acto de benevolencia, era de una raza inferior o era mi enemigo). Esta multiplicidad de argumentos justificadores es la que hace que la posición de cada sistema moral vuelva potencialmente relativas (al menos en cuanto acto justificado/injustificable, moral/inmoral) las acciones de cada individuo. La posición de cada sistema moral define por ende una posición en los individuos que los aproximará o alejará según sus propias definiciones de moral y ética.

Ahora, ¿cómo se determina la relativización particular que hace cada individuo? Una primera postura sería que la escala de valores, y por consiguiente la moralidad de cada individuo, es mayormente producto de su entorno social en el que se desenvuelve. Así, un niño que se cría en un convento probablemente tendrá una escala valorativa determinada por la religiosidad de su entorno. Pero esto es una verdad parcial, ya que parece haber toda una gama de otros factores biopsicosociales (como nuestra carga genética, si sufrimos enfermedades, si tenemos algún accidente o alguna fobia específica) que condicionan dicha escala y que van más allá de nuestro entorno social.

Lo relevante de toda esta caracterización de la moral individual como relativizadora es que, hoy en día, esta relativización se utiliza como argumento para mostrar como injuzgables o conceptualmente inconmensurables por algunos, las actuaciones de otros. Un ejemplo extremo es el de la circuncisión femenina, ya que la opinión de muchos es que se debe dejar continuar practicarla en los pueblos que la tienen como tradición, ya que su escala valorativa es muy lejana a la nuestra y no podemos juzgarla de nuestro propio estándar moral.

De esta manera, la proximidad o lejanía de nuestra escala valorativa con la del otro  determinan nuestra impresión y juicios sobre sus acciones e incluso nuestra capacidad real para poder juzgarlas, relativizando así la moralidad de cualquier acción y haciéndola juzgable solo bajo la escala valorativa del actor.

Pero en el mundo globalizado en el que vivimos actualmente, donde lo lejano es cada vez más una mera ilusión, deberíamos como seres humanos inmersos en una sociedad global, encontrar al menos ciertos estándares mínimos razonables y racionales de moralidad común sobre los cuales actuar para juzgar y ser juzgado. El camino para lograr esto es buscar construir y garantizar una sociedad global, pluralista y sin discriminación, donde se acepte la diversidad y se restrinja el actuar cuando éste atenta contra la razón y los derechos fundamentales. De esta manera, no podemos marginarnos de condenar aquello que es inmoral simplemente por estar geográficamente lejos de nuestro alcance, no podemos dejar de defender Derechos porque no sean mis Derechos.

Es necesario que todos, sin excepción, denunciemos, repudiemos y condenemos actos tan despreciables como el genocidio racista en Darfur, las penas capitales para mujeres adúlteras y homosexuales en Irán, o los atropellos sistemáticos a la libertad de pensamiento y expresión en China y Corea del Norte. Los Derechos Fundamentales son fundamentales por algo, la dignidad humana es humana para todos y eso no puede depender del relativismo moral disfrazado de multiculturalismo.

 

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