Todos hablan sobre paz, pero nadie habla sobre justicia. El paso de una paz aparente a una paz y justicia verdaderas.

por ALEXANDER MINOND, Est. Psicología, U. Del Desarrollo. Ex Presidente Consejo Juvenil Sionista de Chile.

Una de las palabras quizás más mal usadas en este mundo y sociedad es “paz”. Todos hablan de paz, filosofan entorno a este ideal tan puro y bueno de convivencia. Quizás habrá un consenso de lo que esta palabra representa y significa, entendiendo que hace alusión a un bien mayor en el que hay un equilibrio social, en respeto y tolerancia.

Sin embargo, es paradójico ver como es el proceso para llegar al tan deseado estado de plenitud, donde se aplican medios completamente contrarios a los predicados, donde la muerte, destrucción y sufrimiento son parte fundamental del camino. Con esto último hago referencia a las tantas formas y manifestaciones que se han visto en nuestro mundo, desde inquisiciones cristianas hasta jihads musulmanas, pasando por un sinfín de otras versiones de asesinatos e intolerancia entre diferentes etnias y religiones, lamentablemente también incluyendo a la judía.

Tomándome de la mano de una gran canción de un artista israelí, “Todos hablan sobre paz, pero nadie habla sobre justicia”, prácticamente nadie va a estar públicamente en contra de la paz, pero son pocos los que van más allá y hablan de justicia. Los actos que se llevan a cabo en diversos ámbitos, países y situaciones, son muchas veces en nombre de la paz, pero ¿quién habla de justicia? ¿Es justificable una matanza como medio para lograr la paz? ¿Sigue siendo tan noble el luchador pacifista si para lograr sus fines debe transgredir los mismos valores que predica? ¿Es la violencia o la destrucción de un pueblo el camino para la paz? ¿Es justo pasar a llevar la integridad de los demás con el fin de conseguir paz?

Es en este llamado “proceso de paz” mundial que vemos como la hipocresía se apodera de nosotros. Decimos y hablamos que lo único que queremos es paz, pero no somos capaces de comportarnos de acuerdo a este objetivo, predicando pero no practicando. Esto llega a ser patético, hasta llegar a ver cómo líderes terroristas hablan de paz mundial mientras mandan a explotar a sus hermanos contra otros para eliminarlos de la faz de la tierra, siendo ésta su concepción de paz, o cómo los presidentes de las naciones más poderosas del mundo justifican sus intervenciones militares alrededor del mundo, causando miseria y destrucción para que todos podamos “vivir en paz y democracia”.

Lo que me preocupa aun más es la hipocresía del civil común y corriente. Si bien todos hablamos constantemente de paz, muchas veces solo se queda en palabras y no hacemos nada al respecto, ni siquiera comenzando por las cosas pequeñas, ayudando al prójimo, fomentando la tolerancia y el respeto, entre otros comportamientos, y pareciera que solo hablamos de paz porque es socialmente aceptable y esperable. Pero ¿por qué me preocupa esto? ¿por qué el uso (y abuso) de la palabra paz es peligroso y preocupante?

La razón es simple, se transforma en una moda y pierde su sentido y su profundidad, dando paso a que no se le tome el peso real a lo que significa colaborar para llegar a este estado. ¿De qué sirve gritar “paz y amor” si no amamos ni realmente somos pacifistas? Ni siquiera hemos avanzado a dar un paso concreto de lograr la paz, por el contrario, la alejamos cada vez más. Es tiempo de darle peso y comportarnos acorde a ella.

El gran problema es que hablamos mucho, pero hacemos y pensamos poco, siguiendo a las masas sin entender realmente lo que sucede y lo que provocamos y reproducimos. Hablamos de reciclar y cuidar el medio ambiente pero no nos importa botar cosas en cualquier lado y menos nos importa fijarnos en si podemos reciclar o no. También pasa con los valores cuando hablamos de lo importante que es el respeto y el no discriminar, pero minutos después nos estamos riendo de alguien que pasó frente a nosotros. Pero más aun, con todos estos valores presentes en nuestra cultura, no somos capaces de hacer lo que debería ser el punto número uno en el plan de paz del mundo: ayudar al prójimo y alcanzar la justicia social.

Es hora de empezar a ir un poco más allá, de no quedarse con los conceptos ni argumentos de los medios de comunicación masivos ni de los políticos que vemos como líderes, que se llenan la boca con palabras lindas y premios nobel, pero no son capaces de abogar por la justicia. Es hora de empezar a pensar como ciudadanos del mundo y seres humanos, para realizar una verdadera autocrítica y un cambio, donde la guerra no sea necesaria para la paz, sino la justicia, la ayuda, la colaboración y la conformación de una sociedad igualitaria en derechos y recursos básicos, donde nadie tenga que morir de hambre porque otros construyen armas. Solo así estaremos un pazo más cerca de alcanzar este estado que cada día se ve más utópico.

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