Desarrollo Tecnológico o Tecnología de Consumo: la Muerte del Hombre y la Esclavitud de su Felicidad.

por  SAMUEL HUBERMAN, Est. Derecho, U. Adolfo Ibáñez.

Desde hace ya un buen tiempo, 261 años para ser exactos, la sociedad ha tenido que enfrentarse a un amigo peligroso, a uno que hemos ido dejando poco a poco entrar en  nuestras casas, piezas y todas las distintas esferas de nuestra vida privada, y quizás ahora incluso más allá.
Vivir en sociedad, a diferencia de las primeras formas de vida comunitaria y tribal, implica una mayor diversidad y reconocimiento del otro, diferenciándonos de nuestros pares en términos de identidad de manera casi natural, donde la sociedad implica una mayor aglomeración de identidades diferentes que la vida comunitaria donde los componentes identitarios como la religión, la etnia, la lengua y las tradiciones son comunes a todos sus miembros. Esta suma de identidades sociales que conviven en la sociedad conlleva a un proceso de autodeterminación casi inconsciente, donde los distintos grupos sociales buscan legitimar sus estilos de vida y creencias frente al resto.

La primera Revolución Industrial, 261 años atrás, fue el hito que trajo las primeras invenciones que lograron ayudar al hombre con sus tareas de producción a gran escala, pero no solo lo fueron ayudando, sino que lentamente lo fueron suplantando.

En un comienzo, la tecnología se ocupó y fue una extensión del hombre para con sus necesidades principalmente industriales y económicas, donde grandes máquinas realizaban labores impensadas por la fuerza humana, siendo fundamentales para el crecimiento y desarrollo de los Estados Nación y la consolidación del Imperialismo Europeo. Pero con los años, el refinamiento tecnológico traspasó la esfera de lo público e invadió todas las esferas del hombre, cobrando una principal importancia el desarrollo de los medios de comunicación masiva, donde la televisión fue parte esencial de la vida “cultural” de la gran mayoría de las sociedades alrededor del mundo, reemplazando y desplazando a las familias en el rol educativo para con sus hijos y los demás procesos de socialización.

Luego el desarrollo tecnológico de Internet a fines del siglo XX introduce un paradigma completamente diferente en las formas de relaciones humanas. La tecnología ya no es un mecanismo de ayuda para el hombre, sino que ha pasado a ser un fin en sí misma, donde muchos individuos están actualmente en función de ella. Los avances tecnológicos actuales guardan cada vez menos relación con ayudar al hombre a mejorar su calidad de vida, sino que se relacionan directamente con mejorar la calidad del producto, invenciones que muchas veces corresponden a necesidades creadas y ficticias de las cuales, más que solucionar problemas, terminan esclavizando en nuevos hábitos de comportamiento y consumo. Pero ¿cuál es el fin real de dicho desarrollo tecnológico de estos nuevos productos que invaden cada vez más todas las esferas de nuestra vida pública y privada?

¿Dejamos de Ser para tener? Al ponernos en función de algo y dejarnos de lado, nos vamos perdiendo como individuos en autodeterminación y en representación conforme a ese algo que nos dice y procura como somos o deberíamos ser. Dejamos de definirnos nosotros mismos para que nos definan los demás, o peor aún, que nos definan nuestros hábitos de consumo. Ya no somos nuestros méritos, nuestra trayectoria, nuestros valores, sino que nos definimos en vacías “encuestas” que nos revelan que ciudad seríamos, que posición sexual nos representa, cómo sería nuestra pareja ideal, que color, flor, actor o auto nos identifica, o un sinfín de estupideces semejantes. Ya no pedimos consejos a nuestros cercanos, mejor abrir una galleta de la fortuna en Facebook. Ya no nos sentimos parte de los partidos políticos, ni los movimientos sociales (corrompidos y añejos desde sus cimientos) mucho más nos representan las frases de nuestros amigos en “mimejorfrase”. Nos hemos expuesto hacia el exterior de tal manera que volcamos nuestra existencia fuera de nosotros, y tan acostumbrados estamos que hasta los medios lo asimilan de la misma manera: Parque Arauco nos dice: “Ahora tengo menos ropa, pero es más exclusiva, ahora soy mucho más”, Falabella nos dice: “Soy rayas”, ING nos pregunta: ¿Qué número eres?… ¿Eso somos?

Cuando el desarrollo tecnológico ha pasado de ser una ayuda para las tareas productivas del hombre, a un fin en sí mismo dominado por la constante creación de nuevos hábitos de consumo, nos vemos rodeados de necesidades ficticias que nos esclavizan y condenan a llevar una vida en constante búsqueda de nuestra felicidad, donde nuestro concepto de nosotros y autodefinición se encuentra fuera de nosotros, en un nuevo ser, los que nos encamina hacia un vacío profundo, desolado y sin respuestas que actualmente se llama “desarrollo”, donde finalmente nuestra felicidad siempre se encontrará un paso delante de nosotros.

“Existe un problema, nosotros como sociedad hemos potenciado solo el aspecto consciente de nosotros, así hemos conformado el mundo que conocemos hoy, hemos llegado hasta la luna, pero le damos cero valor a los  aspectos inconscientes. Al potenciar cada vez más un lado en desmedro del otro, cada vez nos sentimos con un vacio de algo. Nosotros sentimos ese vacío porque estamos incompletos, no sabemos qué queremos porque solo nos conocemos parcialmente”. F. Luarte

Hoy en día es cada vez más frecuente realizar viajes a lugares lejanos para escapar de nuestra realidad y así en la soledad conocernos a nosotros mismos. ¿Tan lejos estamos? Tenemos miedo a estar solos, a encontrarnos con nosotros mismos y ver lo abandonados que nos hemos dejado. Nuestra nueva muerte consiste en que nos desconocemos internamente, dejando al arbitrio del clima y los acontecimientos nuestra propia identidad, refugiándonos en lo que nunca podríamos dominar, el exterior.

Este escrito no cimenta una base de críticas hacia la tecnología, sino a la comprensión de ella por nosotros y brevemente sus efectos a nosotros mismos por aquella comprensión. Esta enfermedad despiadada que avanza en la sociedad sin hacer ruidos ha matado a muchos, para ser exactos, a todos los que no se sientan levemente representados por este texto. Pero la fortuna es que ésta es la única muerte con resurrección. Y su fórmula es variada para todos, no hay ninguna más acertada que otra, es sin receta, sin certificado retenido, sin horarios y lo mejor es que el doctor es paciente a la vez, tú.

Reencuéntrese consigo antes que otro lo encuentre a usted primero y le pida prestada su libertad. “A los seis años quería ser cocinero. A los siete quería ser Napoleón. Mi ambición no ha hecho más que crecer ahora sólo quiero ser Salvador Dalí y nada más. Por otra parte, esto es muy difícil, ya que, a medida que me acerco a Salvador Dalí, él se aleja de mí” S. Dalí.

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