Un continente llamado Cuerpo: la representación material de nuestros hábitos y nuestro espíritu.
por ARIELA LIJAVETZKY, Est. en Ciencias de la Educación de la U. Buenos Aires. Directora del Departamento de Educación No Formal de la OHA Macabi. Coordinadora de Limud Buenos Aires.
Altos, bajos, gordos, flacos, robustos, esbeltos, pies grandes, manos chicas, cuello largo, tobillos anchos, espalda encorvada, nariz prominente, dentadura perfecta. Así somos, así nos vemos, así nos ven. ¿Pero somos realmente eso? ¿Qué dice nuestro cuerpo de nosotros? ¿Qué le decimos nosotros a nuestro cuerpo?
El cuerpo es sin duda un instrumento para el alma, a través del cual puede expresarse, puede actuar. Nuestro cuerpo muestra lo más íntimo de nosotros, expresa lo que nos pasa, indica lo que deseamos, refleja lo que tememos. ¿No es suficiente la exigencia que nuestro cuerpo tiene desde nuestro interior? ¿Por qué dañarlo con agentes externos?
En el libro Levítivo 19:28 puede leerse: «No grabarás un tatuaje en tu cuerpo». Esta prohibición se aplica a todos los tatuajes, también a los hechos para propósitos médicos, por ejemplo guiar a un cirujano para hacer una incisión. Aunque algunos comentaristas creen que éste es uno de los jukim de la Tora — los mandamientos que superan el intelecto humano –igualmente hay comentaristas que ofrecen algunas explicaciones para esta prohibición: la primera es que el cuerpo humano es una creación Divina, y por lo tanto es inapropiado mutilar la obra de Di-s, especialmente para los miembros del pueblo elegido por Di-s. Uno debe creer que Di-s, el artesano más grande de todos, nos creó de la manera más apropiada, y no debemos cambiar esta forma. Cambiar el cuerpo (salvo por razones de salud) es equivalente a insultar la obra de Di-s.
En segundo término, antiguamente se acostumbraba que los devotos de un ídolo se tatuaran como muestra de pertenencia a esa deidad, al igual que un animal es marcado por su dueño. En muchas ocasiones la Torá prohíbe las prácticas que emulan las costumbres paganas -considerando que seguir sus tradiciones es el primer paso hacia las creencias idólatras.
La única marca permitida en nuestros cuerpos es la que da cuenta de nuestra relación con Di-s y es la circuncisión. Crear otras muestras en nuestro cuerpo debilitaría y degradaría esta marca especial.
La Kashrut (o leyes dietéticas judías) también entra en la categoría de mitzvot (preceptos) especiales llamadas jukim. Frecuentemente escuchamos razones “científicas” que nos explican que la comida kosher es más sana o que no comemos cerdo porque causa triquinosis, sin embargo, estas no son las razones por las cuales la Torá nos dio esta mitzvá.
Cuando comemos, el alimento deja de ser un elemento extraño y se asimila al organismo, y también el componente espiritual del alimento es integrado al torrente de vida de la persona. Por lo tanto, nuestro cuerpo físico es modificado por lo que lo alimenta, y el espíritu humano altera su condición con el mismo. Por eso las leyes de kashrut proponen una alimentación más sana, que acompañan a la persona hacia un mayor nivel de espiritualidad.
Los movimientos de los años sesenta (feminismo, movimientos por la igualdad racial, contracultura) generaron el escenario propicio para el surgimiento de nuevas representaciones sobre el cuerpo, lo que le posibilitó convertirse en objeto de estudio. De acuerdo a Erving Goffman (1997), el cuerpo es considerado como una dotación de signos (estigmas), y se lo analiza en el marco de las interacciones entre las personas, interacciones en las cuales los individuos y los grupos buscan presentarse a sí mismos ante los demás, ofreciendo información que ayuda a definir la situación, y donde cada actor intenta controlar su imagen. El autor define a la fachada como “la parte de la actuación del individuo que funciona regularmente de un modo general y prefijado, a fin de definir la situación con respecto a aquellos que observan dicha actuación” (Goffman, 1997: 33-34). Por su parte, Le Breton sostiene que “la gestualidad comprende lo que los actores hacen con sus cuerpos cuando se encuentran entre sí: rituales de saludos o de despedidas (signos con la mano, movimientos de la cabeza, estrechamiento de las manos, abrazos, besos en la mejilla o en la boca, gestos, etc.), maneras de afirmar o de negar, movimientos del rostro y del cuerpo que acompañan la emisión del habla, dirección de la mirada, variación de la distancia que separa a los actores, maneras de tocarse o de evitar el contacto, etc.” (Le Breton, 2002: 46-47).
Tanto la fachada como la gestualidad pueden ser analizadas en el conjunto de las relaciones de las que forman parte, de ahí que no se trate solamente del análisis de los gestos, posturas, presentaciones del cuerpo, etc., sino del modo en que los actores perciben y dan sentido a los gestos, posturas, presentaciones del cuerpo de aquellos con quienes interactúan, descifrando esos signos a partir de modos de ver el mundo.
Es entonces también importante para nuestro cuerpo la interacción con el otro, ya que dependiendo de las características de este encuentro, nuestro cuerpo responderá con diversas posturas, gestos, expresiones del alma, más incómodas o más relajadas. Por lo tanto, es importante estar atentos al tipo de relaciones que mantenemos, a las personas con las cuales entablamos vínculos, al modo de relacionarnos con ellas.
Hablar de cuerpo e interacciones indefectiblemente nos lleva también a pensar en la sexualidad. También este aspecto puede ser analizado desde diversos enfoques, pero todos coincidiremos en que la sexualidad se “siente” en el cuerpo, y a través de él puede compartirse con otros. Lo importante es poder tener en claro que en la sexualidad podemos siempre exponer nuestro cuerpo en la relación, pero no es tan sencillo incluir también el alma en esta interacción también. Esto dependerá de la profundidad y calidad de la relación generada previamente con el otro, y por supuesto cada uno es dueño de elegir si desea compartir solo su cuerpo, o verdaderamente entregarse en cuerpo y alma.
Nuestro cuerpo es la representación material de nuestro espíritu. Hay quienes creen que nuestro espíritu puede haber estado contenido en otro cuerpo en el pasado, o bien recrearse en otro cuerpo en el futuro; incluso dentro del judaísmo existen diversas opiniones acerca de la reencarnación. Pero sin importar si nuestro espíritu va cambiando de “envase” o no, lo importante es cuidarlo hoy, por nosotros mismos, cuidando el continente que lo rodea, nuestro cuerpo. Tatuajes, comidas, gestualidad, sexualidad… Cada uno elige la calidad de vida que desea tener, cada uno es libre de hacer lo que quiera con su cuerpo, con su alma.
Hillel solía decir: “¿Si yo no soy para mí, quién es para mí? ¿Y si yo soy (solamente) para mí, qué soy yo? ¿Y si no es ahora, cuándo? «. (Mishná 14, Cap 1 Pirkei Avot)