El poder Ciudadano frente a un Chile neoliberal: el despertar de un nuevo Actor social para construir otra realidad.

por MAIA GUISKIN, Lic. en Antropología, U. De Chile. Pehila Hashomer Hatzair Chile.

La noción de sistema, en un sentido amplio, hace referencia a un conjunto de partes relacionadas entre sí, que funcionan orientadas hacia una misma dirección, un mismo objetivo: la mantención del sistema mismo. Así, hablamos de sistemas en los distintos niveles y órdenes de la existencia; desde los sistemas formados por átomos y partículas, por planetas y galaxias, por las distintas especies animales o vegetales, por los números, etc. En esta visión sistémica de nuestra realidad, en que todo está formado por sistemas y sub sistemas, las relaciones y procesos que toman parte en los grupos humanos también son vistos a la manera de un sistema social.

Teóricamente existen distintas formas de observar los sistemas sociales, de definir sus componentes y sus relaciones, entendiendo en general que están compuestos por diferentes sub sistemas: económico, político, religioso, etc. en los cuales interactúan los actores sociales. Recientemente se ha introducido en ciencias sociales la Teoría General de Sistemas (TGS)[1], la cual intenta encontrar leyes de aplicación universal a todos los sistemas en las distintas esferas de la realidad. Sin embargo, más allá de las diferencias teóricas, se debe llamar la atención en dos puntos: primero, que el sistema social emerge como un orden de realidad, un marco en el que se ordenan las acciones; y en segundo lugar, que las partes que lo componen, en este caso los actores sociales,  están insertos en este orden, es decir, actúan en función de su mantención.

Sobre las relaciones que se establecen entre los agentes y el sistema, existe un gran desarrollo, planteándose una dicotomía entre la agencia y la estructura: entre el poder de decisión y de acción de los propios actores para influir en el sistema y por otro, cómo este determina en última instancia las acciones de los sujetos.

Claro está que existe una determinación de las estructuras. Actualmente en Chile vivimos en un sistema neoliberal llevado al extremo, en donde el mercado aparece como regulador de toda la vida social. Así, vivimos bajo determinaciones estructurales, lo cual es evidente al hablar por ejemplo de las posibilidades laborales de una persona que estudió en un colegio público o uno privado (determinado por su capacidad de pago) o el sistema de créditos, donde finalmente las personas trabajan en función de deudas de por vida, etc. Es así como muchas veces nosotros mismos nos sentimos “víctimas”o bien atrapados por el sistema, dado que existen una serie de mecanismos tanto prácticos como ideológicos que nos mantienen funcionales a él.

Ahora bien, a pesar que no podemos negar las estructuras y la forma en que el sistema modela nuestras vidas, nuestras motivaciones, nuestras expectativas; existe la posibilidad de la agencia, de influir en el sistema, de cambiarlo. Esto puede tomarse desde pequeñas acciones individuales, decidiendo vivir de manera alternativa al sistema general (aquí se puede entrar a discutir si verdaderamente se logra escapar del sistema) o bien, de la rebelión social en contra de las estructuras que nos oprimen. Lo que hemos visto en el último año en nuestro país nos habla justamente de esto; se observa un despertar de la población, una rebelión, un decir basta a este sistema que nos condena, basta a las condiciones a las que nos hacen creer que no hay otra salida. Se observa un cambio en la manera de enfrentar la política, un empoderamiento de la población, lo cual durante las décadas post dictadura se mantuvo en gran medida dormido.

El 2011 empezó con el tema de Hidro Aysén, haciendo eco de que en Chile se venden nuestros recursos naturales al mejor postor; luego la protesta social se concentró en la profunda crisis de nuestro sistema educativo, el cual desde la dictadura en adelante se ha convertido en un bien de mercado por excelencia, reproduciendo las injusticias y desigualdades sociales; hoy los compatriotas de la región de Aysén se levantan en contra de un sistema regional centralizado que los deja al margen.

Más allá de las demandas particulares en cada uno de los casos, parece interesante de observar el fenómeno de las movilizaciones recientes como el reflejo de una sensación de poder de la ciudadanía, en donde la injerencia de cada uno sumada a la del resto, en el marco de una movilización social a gran escala, muestra toda su fuerza transformadora.

Al parecer de una vez por todas, Chile comienza a levantarse ante lo injusto, ante lo inhumano, a decir que las cosas pueden y deben ser distintas.


[1] Sobre la aplicación de la TGS en Ciencias Sociales ver Niklas Luhmann.

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