Nadando en el Mar del sentir y el pensar.

por BENJAMIN KRAUSS, Est. Teatro, U. Mayor.

El auge de los programas televisivos de farándula ha ido destruyendo nuestras mentes con el paso del tiempo. La televisión debe vender. ¿Y qué es lo que la gente desea hoy en día? Ver a los demás sufrir. Sin ir más lejos, todos tenemos un pequeño deseo de enfrentarnos en una pelea por el solo hecho de cometer algún daño. El problema es que siempre queda en el deseo y nunca en el acto. Es por eso que quedamos contentos con una franja en la que solo nos muestran personas hablando mal de otras sin ningún escrúpulo, y peor aún, sin ningún conocimiento.

Pero hay un espacio creativo que se ha llevado todos los aplausos en los últimos años. Algo que nos ha hecho revivir las memorias que teníamos del pasado y nos transporta a un futuro mejor. Algo que nos llena de nostalgia y a la vez nos entrega una sonrisa que logra brillar con la mejor dentadura de cada uno. Aquello tan maravilloso son los programas de títeres.

Queda claro el éxito rotundo que tuvo 31 Minutos en el Festival de Viña del Mar al hacer a más de quince mil personas bailar al son de canciones que nunca han logrado pasar de moda. Queda claro el revuelo que causaron los Muppets con su nueva película para instaurarse nuevamente en el cerebro del colectivo masivo. Queda claro que uno de los programas más longevos de la historia televisiva es Plaza Sésamo, con Elmo dando enseñanzas de la vida incluso a veteranos.

La pregunta es la siguiente. ¿Por qué en una época en la que se prioriza la destrucción del otro, simples muñecos la están rompiendo por todas partes? Nosotros somos títeres de algo más poderoso. Ojalá fuera cierto que cada uno tiene derecho a vivir su propia vida, o que cada uno es capaz de tomar la decisión que quiera. Pero siempre va a existir otro que va a tener las manos puestas en los cordeles invisibles que salen de nuestro cuerpo. Somos muñecos del gobierno al tener que cumplir con leyes y seguir mandatos que no están de acuerdo a nuestra opinión. Somos marionetas de una religión, ya que en el mundo de hoy está mal visto no creer en algo. Y peor aún, somos un simple reflejo de lo que la sociedad quiere que seamos. Dependiendo del lugar en donde nacemos, es como la sociedad nos esculpe. Tal como Geppeto le daba vida a su singular muñeco Pinocho, siempre existe una entidad que nos está modelando para vivir la vida como ella lo impone.

Y a la vez que hay algo superior a nosotros manejándonos, nosotros también hacemos uso de esa técnica. Utilizamos los títeres para demostrar nuestro descontento con la sociedad, con el mundo y con las personas. A través de seres inertes y sin vida,  proponemos un mensaje diferente para que la gente lo vea de una forma creativa. No tiene nada de malo utilizar personajes queridos para hablar de temas fundamentales. El problema es cuando nos escondemos detrás de ellos, no nos dejamos ver en absoluto. Si es que hay una cosa aceptable de todos esos programas de espectáculos (que ya no existe ese formato, es pura farándula simple y banal) es que utilizan otro formato para dar su opinión. Son personas valientes diciendo estupideces. En cambio, la mayoría de nosotros somos personas cobardes hablando de temas relevantes, pero con el miedo de dar la cara.

Tal como Pinocho deseaba ser un niño de verdad, no podemos perdernos en un mar de opiniones sin dar la nuestra. No es bueno esconderse detrás de alguien para hablar. Se dice que el mundo está creciendo para ser un lugar más liberal, en donde toda opinión sea valorada. Intentemos construir eso realmente mostrando nuestras inquietudes. Dejemos de lado a veces ese títere que manejamos para hablar alguna vez como nosotros mismos. Y más importante aún, despojémonos de las riendas que nos atan a aquella entidad superior para ser realmente personas de verdad, o mejor aún, niños de verdad.

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