Bangkok: Ciudad de Ángeles y Pecadores

por JAVIERA HITES, Est. Hotelería, Culinary.

 

Enorme metrópoli, una de las puertas de entrada al Sudeste Asiático, ciudad calurosa como el infierno, siendo al inicio sólo un lugar de paso. Sí, había visto las cintas “La Playa” y “The Hang Over II”, por lo que imaginé que la estadía sería una locura, y no me equivoqué. Después de seis horas de viaje desde Bali (Indonesia), haciendo escala en Singapur, arribé al Aeropuerto internacional de BKK: Suvarnabhumi, con sólo una pequeña mochila como equipaje, pues no es recomendable andar con más bultos si vienes a esta poblada, templada y exótica región del mundo.

Antes de que viajáramos, nos habían advertido que tuviésemos cuidado con los taxis, que probablemente los conductores de estos autos intentarían engañarnos; hay que tener en cuenta que en Bangkok existen varias compañías de taxis, las cuales se diferencian sólo por su color (amarillo, fucsia, rojo, rosado o verde) y que pueden o no tener taxímetro. No es recomendable tomar un taxi sin esta distinción, pues con estos últimos siempre hay que negociar el precio antes de salir y por lo general son más caros, siendo lo mejor evitarlos. A la salida del nivel 2 del estacionamiento, a la izquierda, siempre hay una señora tras una mesa plegable, ésta tiene un cartel, y es a ella a quien le escribes la dirección a la cual te diriges; ella lo traduce a la lengua thai y se lo entrega al taxista. Los taxistas no hablan inglés, ayuda sacarles una sonrisa agradeciéndoles en tailandés “kop khun ka”.

Por fin estábamos en Waterford Diamond Tower, torre que se ubica entre las calles Phrom Phong y Thong Lor frente a la extensa avenida Sukhumvit, lugar donde viven muchos exiliados y miembros de la clase alta local, calle famosa por sus hoteles, restaurantes y bares. Es en esta área donde se encuentran el célebre Soi Cowboy: una especie de barrio rojo compuesto por 400 metros de calle y alrededor de 40 bares, donde la policía es fácilmente sobornable, y Nana Entertainment Plaza: posiblemente el distrito rojo más grande del mundo, que con tres pisos es una de las mayores atracciones turísticas: quién pensaría que lo que comenzó como un zona de restaurantes a finales de los 70’, se iría transformando gradualmente en un lugar de “strip clubs” a principios de los 80’ hasta lo que es hoy día.

Conocí a una pareja de chilenos que se había venido para competir en el deporte nacional, el Muay Thai, boxeo tailandés, un arte marcial que hoy en día se ha posicionado como uno de los deportes de contacto más extendidos en el mundo. Tuve la suerte de asistir a un combate de Muay Thai en el Ao Nang krabi Stadium, en Krabi al sur, un imperdible de este país.

A los lugares se entra sin zapatos, para dejar las malas energías fuera y como una demostración de respeto, fue justamente ahí donde también nos enteramos que no se debía hablar con un tailandés de la enfermedad y posibilidad de muerte del rey Bhumibol Adulyadej, quien también es el jefe de estado y cuya posición en este cargo ha sido la de mayor duración en el mundo. La mayoría del pueblo Tailandés venera a su rey e incluso, no ve bien pisar el dinero o llevarlo en el bolsillo trasero ya que esto es como “sentarse sobre él o sobre su imagen”. Muchas tiendas exhiben billetes en sus vitrinas como símbolo de respeto y buena salud e incluso una vez por semana se visten de amarillo (el color de la monarquía) como una forma de devoción.

Tuvimos la suerte de caer en Bangkok un fin de semana, ya que es cuando está abierto el Chatuchak Market, al cual fuimos a la mañana siguiente tomando el Skytrain desde la estación Asok a la estación Mo Chit; es uno de los mercados al aire libre más grandes del mundo, donde puedes llegar a ver las cosas más raras que te puedas imaginar, aquí todo, absolutamente todo lo cultivado y “made in Thailand” se vende; mini tiburones, anguilas, mantarayas, ardillas como mascotas, perros, gatos, animales que ni siquiera sabía que existían, serpientes, iguanas, ranas vivas o muertas para comer (a la parrilla),  como también escorpiones y distintas variedades de gusanos y cucarachas en formato anticucho, los cuales probé por cierto; los gusanos biscosos y salados y las cucarachas crujientes, tenía que hacerlo, no todos los días se está en el Chatutchak. Aquí se venden cosas “pirateadas” tan bien hechas que es casi imposible notar la diferencia con las verdaderas marcas, sólo te lo dice el precio. Quise comprarme unas Hawaianas y le pregunté al vendedor si eran originales (sabía que no, pero lo hice para saber qué decía) a lo cual contestó en su inglés, con un fuerte acento thai “its Same Same…But different haha!, Good price for me good price for you, 60 baht? How much you want?” Es Chatuchak un excelente lugar para regatear y conseguir todo a precios altamente convenientes, no sólo animales, ropa y gastronomía autóctona, sino que también muebles, antigüedades, artículos de pesca, relojes y anteojos pirateados, libros de segunda mano, todo cabe en este gigantesco bazar que abarca muchísimas hectáreas, todas ellas atestadas de locales y turistas ansiosos por lograr terminar de recorrerlo entero al final del día.

Fuimos a comprar los pasajes para el sur al mítico Khaosan Road, pues se acercaba la fecha del Full Moon Party en Koh Phangan, así que tomamos un tuk-tuk (motocicleta de tres ruedas) hasta la famosa calle, ubicada al centro de la ciudad y a 1km del Grand Palace y del Wat Phra Kaew, el primero, un palacio donde han vivido monarquías anteriores y el cual se sigue usando para eventos oficiales y el segundo, uno más de los muchos templos en la urbe. Khaosan Road es definitivamente una meca de mochileros por sus bajos precios de alojamiento, una corta y contundente calle muy estimulante a la vista, llena de discoteques, agencias de viaje, hostales, hoteles, strip-clubs y de nuevo lleno de locales con marcas piratas, vendedores ambulantes que si les entregas una foto, te proveen de licencias de conducir y credenciales falsas con inscripciones como “Artist, all access”, ”Journalist” o ”Camarographer”, por nombrar algunas.

Pasean masajistas que ofrecen sus servicios nuevamente con su característico acento: “Hey Leidííí, Hey handsome man, want Masaaage? Special price for you, very cheap!” Calles repletas de gente, bares y pubs, música y mucho ruido durante todo el día y la noche, donde es común ver prostitutas, parejas heterosexuales y homosexuales vestidos exactamente iguales, paseando felices de la mano, ladyboys por doquier, turistas cambiando bahts por fotografías con monos… cada pequeño detalle contribuye al carácter cosmopolita y desenfrenado de esta “Ciudad de Ángeles” llamada asi por su propia gente debido a su nombre original en Thai: Krun Thep, aunque pareciera no ser el único motivo . Si esto era la puerta de entrada a Tailandia, no quería ni pensar lo que me esperaba al sur. Definitivamente un destino para quien busca la aventura y salirse totalmente de los esquemas, en vez de ir a un hotel para mantener las mismas comodidades y seguridad que en la propia casa. Bangkok es una montaña rusa, un lugar de experiencias excitantes, salvajes y únicas. Si la tierra de nunca jamás existe, seguro está en algún lugar en Tailandia.

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