Hacia una propuesta de judaísmo laico

por SEBASTIAN ROSA HIRSCH, Est. Sociología, U. Nacional de La Plata, Argentina. Rosh Hadraja, Max Nordau.

En primer lugar, al hablar de laicismo, debemos mencionar su definición. La RAE lo define como “Doctrina que defiende la independencia del hombre o de la sociedad, y más particularmente del Estado, respecto de cualquier organización o confesión religiosa.”[1]Podemos agregar que, como dice Fernando Savater “En la sociedad laica tienen acogida las creencias religiosas en cuanto derecho de quienes las asumen, pero no como deber que pueda imponerse a nadie”, y agrega: “La legalidad establecida en la sociedad laica marca los límites socialmente aceptables dentro de los que debemos movernos todos los ciudadanos, sean cuales fueren nuestras creencias o nuestras incredulidades. Son las religiones quienes tienen que acomodarse a las leyes, nunca al revés.”[2] Estas afirmaciones nos muestran como el laicismo se presenta, en primera instancia, como una separación del poder estatal y religioso, ya que no reniega la existencia de religiones ni la posibilidad de aceptar alguna religión en particular, sino su disociación con las leyes y la legalidad y el Estado.

Laicismo por oposición y laicismo como libertad de elección.

Cuando nos referimos al judaísmo laico en particular, podemos hacer hincapié en la “independencia del hombre o de la sociedad (…) respecto de cualquier organización o confesión religiosa” (tomando en cuenta en esta caracterización a los grupos o instituciones intermedias como un subgrupo dentro de la sociedad). En ese sentido, la definición de laicismo por oposición a lo religioso enmarca una lógica de definición a partir del contraste con un “otro”. Sin embargo, debemos aclarar que esta referencia al laicismo, contextualizada, adopta (retomando la definición original) más que la simple negación de una otredad, implica sostener la autonomía (grupal) de la religión. Conlleva la posibilidad de elegir, la libertad individual de decisión, ya que el hecho que un grupo adopte características laicas, no prohíbe a sus miembros la adopción de prácticas religiosas o de la religión en sí mismo, sino que elimina la necesidad de pertenecer o practicar alguna religión a priori, dejando esa medida a los individuos particulares, sin excluir a quienes decidan tomar esas decisiones, sino incluyéndolos en tanto y en cuanto aceptan las reglas que sostienen que el grupo no se guía por preceptos religiosos sino por decisiones políticas, morales, sociales, económicas, etc. ligadas a una elección terrenal y no divina. En referencia a esto, así se expresa Hashomer Hatzair Argentina “Nuestro Judaísmo es abierto a cualquier persona que se sienta parte de los ideales y esté dispuesta a participar de él. Todo comportamiento que no siga los principios del Judaísmo secular, puede ser mantenido con la condición de no contradecir la organización y el progreso de las actividades.”[3]

Laicismo como prácticas de la cultura. Hacia un judaísmo crítico.

Mencionar el laicismo como forma de lo judío descarta de primer momento incalculable cantidad de prácticas “judías” que son propias de lo religioso (el rezo, particularmente). Sin embargo, ello no debe implicar que se pierdan con ellas las prácticas culturales judaicas, sino que se debe lograr desde esta perspectiva resignificarlas para darles una nueva forma, esta vez desde un costado laico, que permita la conexión de un pueblo consigo mismo y con sus valores.

El laicismo en el judaísmo, o en otros términos judaísmo laico, se nos plantea como una forma de pensar, de vivir ese judaísmo. Esa forma es en sí mismo la pertenencia a un pueblo. Y esa pertenencia permite la continuidad principalmente por su dinámica, por la capacidad de cada individuo o de cada comunidad particular de redefinir las prácticas del judaísmo de manera crítica, actualizándolas y poniendo el énfasis en los valores del pueblo judío. De este modo, la resignificación de las tradiciones y la cultura judaicas toma gran relevancia. Esto incluye los jaguim, las fuentes (la Torá, el Tanaj, etc.), la literatura, la música, las lenguas (hebreo, ladino, yiddish), y muchos otros aspectos de la cultura judía.

Con respecto a las fuentes, es donde existe un mayor prejuicio desde el judaísmo laico hacia su aceptación, su lectura, su reinterpretación, ya que se asocia exclusivamente a la religión. Sobre esto, Nico Riethmüller[4] nos alerta la importancia de la relectura de estos textos, que se encuentran repletos de moralejas y enseñanzas claves a la hora de entender los valores fundantes y centrales del pueblo judío. Pensar las fuentes desde un punto de vista laico implica la  recuperación de todas esas enseñanzas, la lectura crítica permite encontrar en esos textos los valores esenciales a los que nos estamos refiriendo. Desde esta misma visión es que cobran relevancia los jaguim, como relatos esenciales para pensar los valores propios del pueblo judío. En ambos casos, no es lo central en el análisis la veracidad de los hechos, sino las enseñanzas y los legados que se mantienen en estas tradiciones; de ahí que no resulte trascendental la discusión acerca de las probabilidades de realidad de estos relatos, sino su conocimiento y comprensión, buscando siempre hacer hincapié en los aprendizajes que estos proporcionan. En otro ámbito debemos nombrar la importancia de los elementos de la cultura judaica incluidos con el paso del tiempo y que son reformulados constantemente en la práctica como son la música, la literatura, las danzas. La producción y reproducción de elementos referidos a este aspecto es un componente esencial de la continuidad del pueblo judío y de su reconocimiento como tal. Al respecto, debemos nombrar la importancia que cobran en los siglos XIX y XX las lenguas populares como el ladino y el yiddish, muy ricas en los puntos señalados anteriormente ligados principalmente al arte.

Todas estas prácticas se tornan fundamentales al momento de pensar el concepto de judaísmo laico, y nos demuestran la importancia de un posicionamiento crítico desde la actualidad que retome el sentido de los valores propios del pueblo judío.

Conclusiones. Laicismo en dos niveles y un acercamiento al judaísmo laico.

De todo lo anterior se desprende que podemos pensar al laicismo en dos diferentes formas, o mejor dicho, en dos niveles. A lo que luego podemos agregar una acepción particular para el judaísmo laico en conjunto con una propuesta de realización de ese judaísmo.

Podemos pensar el laicismo, como oposición a lo religioso. De esta manera tomamos una definición en base a la oposición con un “otro” y en contraste con este. Pero también, como el marco de referencia de un grupo. Como las “reglas del juego”, o más específicamente como el criterio que se toma para pensar y determinar esas reglas de juego. Implica la libertad de elección de prácticas y/o creencias religiosas o seculares por parte de los miembros del grupo, respetando su individualidad, siempre y cuando se adapten al momento de actuar en tanto miembros del grupo a las reglas (explícitas o implícitas) que este impone, las cuales no son tomadas por criterios religiosos sino de otra índole (culturales, políticos, económicos, etc.).

Y en particular podemos pensar el judaísmo laico como una forma de vivir y pensar el judaísmo. Pensar el judaísmo en base a su herencia cultural, en tanto pertenencia a un pueblo, con una rica historia y tradiciones; y principalmente, en base a los valores que nos transmiten esas tradiciones y esa cultura. Desde esta perspectiva, que debe ser profundizada y complementaria con una visión crítica, el judaísmo laico debe tomar de forma crítica las tradiciones y la cultura judías y revalorizarlas, retomando siempre y en última instancia los valores fundamentales que hacen al pueblo judío.

Desde estos tres niveles, nos podemos posicionar para entender el laicismo y el judaísmo laico en relación entre sí  y sus implicancias, y comprender hasta qué punto nos define, en tanto individuos y en tanto grupo, siendo consientes de lo que ello implica, y revalorizando cada uno de los niveles que se consideren pertinentes. Y comprendiendo, finalmente, que la toma de definición en torno al judaísmo laico conlleva una práctica constante, día a día, en cada uno de sus niveles, y que se caracteriza fundamentalmente por no existir un momento único y particular de expresión de ese judaísmo sino que tiene repercusiones en cada práctica de la vida cotidiana: en tanto aceptación del otro y sus decisiones y en tanto guía de nuestro accionar en base a los valores que representa.

[2] Savater, Fernando, en “El País”, 3-04-2004

[3] Hashomer Hatzair. En http://www.hashomerhatzair.com.ar/index.asp?ID=2 [junio 2011]

[4] Riethmüller, Nico. “Hacia una propuesta de Judaísmo Laico”, en revista “66° Aniversario del Levantamiento del Ghetto de Varsovia, Juventud del Max Nordau”, 2009.

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