El Pepe Rojas va al mundial

por ALEJANDRO ALBAGLI, Abogado, PU. Católica.

 

Efectivamente, el 13 de la “U”, hoy criticado por todos los que no visten de azul los domingos, viaja a Brasil a representarnos como país.

Los azules no podemos ser hipócritas, años atrás lo quisimos ver partir; jugaba mal, era lento y como lateral izquierdo no daba el ancho. Pasó el tiempo, y su paso fallido y frustrado por Independiente y su retorno, lo volvía a poner en la cancha del Nacional. Nuevamente parecía ser un martirio.

A algunos les toca sufrir más que a otros, hasta que llega algo o alguien que los ayuda. Para el Pepe, esta ayuda tiene nombre propio, Jorge Luis Sampaoli Moya, bien apodado por muchos como San Paoli. Estoy seguro que el capitán (para mí va a ser capitán de todos los equipos en los que juegue, aunque en la Roja la jineta la tenga Bravo) le debe prender velitas al profe todas las noches.

Sampaoli convirtió a un jugador de fútbol en un futbolista, como si le hubiesen cambiado las piernas, al punto que durante las campañas de la U con Sampaoli al mando, cuando el Pepe no jugaba uno se asustaba… “vamos a hacer agua atrás”.

Le ha tocado duro al Pepe. Luchó contra la adversidad en la cancha, contra sus propias limitaciones técnicas, contra lesiones reales e inventadas que le impidieron jugar en Brasil y contra una tonelada de chaqueteros que se multiplicaron con su primera nominación para jugar por Chile.

La tragedia que vivió con el término del embarazo de su mujer fue la guinda de una torta muy amarga que estuvo matizada por las alegrías que vivió en la U, levantando copas nacionales y continentales y, logrando ganarse el cariño de la hinchada de manera incuestionable. El Pepe se ganó la jineta, el respeto de sus compañeros y el cariño de la gente, porque nadie le regaló nada.

Muchos dicen que Sampaoli le está agradeciendo al Pepe por lo que le dio en la U al dejarlo entre “los 23”, otros dicen que simplemente es el regalón del profe y lo tenía que llevar sí o sí por el gran cariño que le tiene. Conociendo a Sampaoli, me cuesta creer que pierda un cupo en alguien que crea no le sirve para nada. Don Jorge sabe lo que él se juega como D.T., sabe lo fácil que es ganarse una amarilla contra Australia y otra contra España y lo frágil que es el cuerpo de un deportista tras un año de intenso esfuerzo. El Pepe puede terminar jugando más de lo que pensamos, y Sampaoli lo tiene claro.

No está en su mejor momento. No es el mejor, quizás nunca lo ha sido y nunca lo va a ser. No tiene el despliegue ni el quite del Gary, ni el juego aéreo del Lobo del Aire, pero tiene el corazón más grande de todos, es un líder dispuesto a representar a sus compañeros y a jugársela por ellos dentro y fuera de la cancha.

La remontada de la U en aquella final con la UC donde #lodimosvuelta se debió en parte no menor a la tremenda arenga que el Pepe dio en ese camarín golpeado por un 2-0 que parecía irreversible.

El Pepe me representa, representa lo que uno puede pedir de un compañero y lo que un compañero puede esperar de uno. Juego con la polera número 13 en las ligas, haciéndole un homenaje silencioso a uno que enseñó con el ejemplo que no es necesario ser el con la mejor técnica para hacer cosas importantes.

Voy a Brasil a ver a la Roja, con mi polera de la selección estampada con el 13 en la espalda. Espero verlo también en la cancha. Señores, El Pepe Rojas va a Brasil.

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