Vergüenza ante la Indiferencia, el Egoísmo, la Intolerancia y el Individualismo: el desafío de generar mayor conciencia social.

por ALEXANDER MINOND, Est. Psicología, U. Del Desarrollo. Ex Presidente Consejo Juvenil Sionista de Chile.

No podemos sentirnos indiferentes mientras otros realizan actos repudiables o faltos de respeto a la moral y los valores que creemos importantes. Los seres humanos no estamos exentos de incurrir en conductas que sean ambiciosas, individualistas y egoístas, como tampoco de sentir desprecio ante éstas. Atacar ciudadanos indefensos, destruir ciudades, entrar a colegios, universidades o centros comunitarios destrozando todo lo que vemos a nuestro paso, es algo que a muchos les parecerá terrible.

Sin embargo, para muchos otros esto no lo es, y ahí es donde yo digo “que vergüenza”. Vergüenza ver como un ser humano es capaz de poner una bomba y luego entrar a matar a seres indefensos solamente por el hecho de pensar diferente, de tener ideas distintas. Vergüenza es ver como después de los genocidios más grandes del siglo XX, en el siglo XXI seguimos siendo testigos de matanzas inmensas de etnias y religiones. Persecuciones a los diferentes, muerte al que se opone, destrucción de los indefensos.

Durante el año 2007 viviendo en Israel, junto con unos amigos nos sorprendimos luego de volver de un viaje a Polonia al que fuimos a ver directamente el lugar donde ocurrió uno de los genocidios más maquiavélicos de la historia (los campos de concentración Nazis), como en África, específicamente en Darfur, Sudán, se estaba llevando a cabo un inmenso genocidio donde estaban muriendo sin cesar cientos de personas indefensas que simplemente se les estaba privando de su vida y su libertad por el hecho de haber nacido de un vientre distinto. Que vergüenza, siendo judíos y testigos posteriores de los horrores en Polonia, ya no podíamos mantenernos lejanos a lo que ocurría, y comenzamos a concientizar a muchos otros de esto, quienes a su vez no dudaron en hacerlo también con otros, y así se fue expandiendo lo que nosotros habíamos comenzado.

Esto mismo me hizo pensar en que no era un hecho aislado, sino que era algo que ocurría en todo el mundo, sin excepciones. Es posible incluso verlo dentro de Israel, como entre israelíes y palestinos se matan sin vergüenza unos a otros por razones territoriales o étnicas, escuchando sin pausa la palabra “odio”, otra palabra que cae dentro de mi repertorio de vergüenzas.

Es así como uno no puede quedarse como un simple espectador viendo como los poderosos tratan de controlarnos, nuestras vidas y nuestras mentes, inculcándonos ideas desde pequeños para que funcionemos como ellos esperan y seamos parte de su maquinaria de clones que marchan al compás de una ambición egoísta.

Pero el ser humano fue dotado con la razón, y el gran problema es que gran parte de nosotros la mantiene latente, no la utiliza o la utiliza con fines banales y superficiales. Nos cuesta tanto dar el paso para buscar hacer grandes cambios, de oponernos o criticar al sistema para cambiarlo y mejorarlo, para hacer de nuestro ambiente un lugar mejor, construido por todos en la diversidad de ideas, de opiniones y de pensamientos. Nuevamente, que vergüenza.

Que vergüenza ver como son solo unos pocos los que se levantan y como son muchos los que acatan sin siquiera cuestionar o poner un mínimo de defensa, como poco a poco los fines de esos que nos quieren controlar y que acatemos sus órdenes, se van haciendo realidad por el poco apoyo a los que resisten, los que terminan siendo “ilegales” o “marginados”.

Es una vergüenza ver que hay gente que constantemente se resigna o no demuestra interés en cambiar su propio destino, su propia vida, su ambiente, política, gobierno, sistema, su futuro, y que no busque ser parte activa de la construcción de todo esto. Es ahí cuando podemos lamentarnos de ver como este individualismo capitalista se agranda a tal punto que ver como muere gente en otros lados pareciera ser una película. Ver como se aprovechan de los más desposeídos para beneficio personal u observar las desgracias causadas por algunos sin el menor grado de arrepentimiento, es simplemente una vergüenza. Cómo un ser humano es capaz de desear el mal para millones solamente para llenar sus bolsillos de dinero, o solo para “limpiar” su territorio, para hacer desaparecer al “distinto”, al que piensa de una forma que no va acorde a lo que ellos quieren, al que se comporta de otra manera, al que amenaza la propia estabilidad.

Como ciudadanos del mundo es nuestro deber preocuparnos de lo que pasa a nuestro alrededor, y específicamente deberíamos partir por lo que tenemos más cerca. Es deber de todos ayudar al prójimo, ayudarlo a que sus derechos no sean pisoteados y pueda vivir dignamente, ayudarlo a obtener lo que él no pudo y nosotros por suerte sí pudimos, para así contribuir a la igualdad que tanto hablamos, aportando nuestra gota de agua en un mundo seco por los que tragan todo como niños hambrientos con ningún fin más que la gula.

Vergüenza me da vivir en un mundo lleno de gente ambiciosa de poder, intolerante y poco humana, pero por sobre todo indiferente, y orgullo me da ver como algunos estamos tomando conciencia de eso y ponemos nuestro aporte para hacer algo al respecto.

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