Formando seres Íntegros: educar más allá de la mente racional en el sistema actual.

por ALBERTO ASSAEL, Lic. En Psicología, PU Católica. Australia.

El problema de nuestra nuestro sistema educacional no solamente es la inaccesibilidad a educación de calidad de manera igualitaria para todos los ciudadanos, independiente al estrato económico al que pertenezcan. Es además, la concepción de ser humano en la que se basa.

El objetivo que persigue la educación es proporcionar el desarrollo de seres humanos íntegros. En base al sistema educacional que tenemos, que refleja también la mirada de nuestro sistema en general, un ser humano íntegro es aquel capaz de pensar y reflexionar de manera lógica. Sobre todo de manera lógico-matemática. No obstante, la integridad de cada uno va más allá de seguir procedimientos lógicos y poder calcular. Si la educación de calidad busca el desarrollo integral, el éxito académico no debería medirse a través del puntaje que se obtiene en mecanismos de medición como el SIMCE o en la PSU.

¿Qué es integro? Para responder esto, debemos primero preguntarnos ¿Qué es un ser humano? Un ser humano no es solo la mente, es mente y más que eso; no es solo cuerpo, es cuerpo y más; es mente consciente y más, es mente inconsciente y más. Solo incluir algo más que la mente consciente sería en nuestra cosmovisión occidental un gran paso.

Si la educación busca educar, guiar o conducir, no solo debería prepararnos para funcionar en el sistema en el que vivimos, sino también formarnos e instruirnos acerca de este mundo, acerca de quienes lo habitan y acerca de nosotros mismos.

Si alguien nos pregunta ¿Quién eres?, las respuestas más comunes no alcanzan la profundidad de la pregunta. Seguramente responderemos el significante que eligieron nuestros padres para llamarnos al momento de nacer, nuestro nombre. Pero nosotros no somos nuestros nombres. Continuando la conversación, una respuesta incluye también los apellidos, aquella actividad a la que nos dedicamos y tal vez ciertas habilidades e intereses. Sin embargo, sabemos que esa información no le hace justicia a nuestro ser.

Una reflexión más profunda aún nos llevará a pensar en cosas que nos identifiquen como ciertos pensamientos, puntos de vista o ideas, podríamos también reflexionar sobre nuestra historia y familia, y también sobre las acciones que hemos realizado, aquellas cosas de las que uno puede responsabilizarse. Incluso sobre los sentimientos. Nos convencemos entonces de que soy quien yo creo que soy.

Sin embargo, al creer que eres ese que tú “conoces”, dejas de lado la gran parte de ti a la que no accedes y que permanece desconocida, pero que de todas maneras te constituye, en un igual o quizás mayor porcentaje que la parte que sí manejas acerca de ti. Finalmente, si te pregunto una mañana, después de que me hayas narrado un bizarro sueño ¿Quién lo soñó? Me responderás: Yo.

¿Por qué a veces tenemos esos sueños bizarros? Podemos meramente intentar reflexionar sobre el significado del sueño, a pesar de que hayamos sido nosotros mismos los que lo creamos. Sabes que lo sonaste, pero no sabes que esa parte que lo soñó es una parte fundamental de ti.

Tú eres ese que sueña al igual como eres ese que piensa. Tú eres tu historia al igual como eres lo que intuyes. Tú eres quien tú crees al mismo tiempo que eres alguien inaccesible para ti mismo. No sonaría tan complicado si en nuestra escuela nos hubieran dado el espacio para educar aquella otra parte, la parte que intuye, la parte que no piensa con la lógica matemática, la parte que toma decisiones irracionales con el estómago, que no parecen ser correctas en el presente, pero a largo plazo sí lo son. Dejaría de sonar complicado si en vez de haber intentado explicarnos nos hubieran calmado diciéndonos que no a todo el conocimiento se accede a través de la cabeza.

No solo estoy hablando de incorporar el inconsciente, sino de cuestionar y revisar los métodos que tenemos, de lo fuera que se deja al cuerpo, de cómo puede ser posible que clases de religión se hagan frente a un pizarrón y las de arte en un salón.

La concepción de ser humano en nuestras escuelas no incorpora la educación de la mente no consciente, ni del cuerpo, ni la espiritualidad. Deja de lado gran proporción de nuestro ser, al mismo tiempo que se aleja de su misión, creando seres adormecidos que no toleran la incertidumbre, que se levantan y se acuestan pensando en qué comer, en cómo ganar más dinero, en cómo conseguir pareja, que se identifican con lo que tienen, con lo que hacen y con lo que piensan, perdiéndose una valiosa parte de ellos mismos.

Así entonces, la educación crea seres que no se sienten íntegros para nada, y lo peor de todo, no hacen (quizás porque no saben) nada para dejar de ser seres des integrados. Des integrado es cualquier humano en esta tierra que es incapaz de integrar sus partes, de darle espacio al cuerpo, a los sentimientos, a la mente consciente por supuesto, al pensamiento creativo y también a nuestra parte irracional, la que sueña y que es incoherente, la parte que percibe que no estamos completos, porque sabe que está excluida, y también resignada.

Entonces la pregunta deja de ser ¿Quién somos? Deja de existir el deseo de responderlo y entenderlo todo. Sabríamos que el lenguaje no alcanza, que tiene vetada varias entradas a ciertas zonas que forman parte de lo que llamamos nosotros.

Finalmente, por más que el sistema educacional se haga accesible, el tema de la calidad quedará pendiente. Quedará pendiente hasta el día en que seamos capaces de considerar que nosotros, los humanos, somos distintos a las maquinas por poseer un cuerpo vivo, sentimientos, mente lógica, mente irracional, y quién sabe cuántas otras partes inexpresables a través de estas palabras, que seguro ahora tu mente racional está tratando de decodificar.

 

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