La magia de viajar solo

por ALEXANDER MINOND, Psicólogo, U. del Desarrollo.
La globalización y el desarrollo tecnológico han permitido acercar las fronteras, haciendo más fácil pensar en viajar. Pero el significado que le damos al viaje en sí cambia enormemente de persona a persona. Vacaciones, descanso, escapes, experiencias de crecimiento, oportunidades de conocer otra cultura. Del tipo que sea, se ha formado una clase social global de turistas de todo tipo.
Durante el último año, tuve la suerte de poder tomarme, por segunda vez, un largo tiempo para viajar. Más que un año sabático para “pasear” por el mundo, fue un ejercicio de crecimiento personal, pero también de una mínima manera, de crecimiento de la humanidad.
Viajar debería ir más allá del típico “turisteo”, debe incluir la interacción con personas fuera de nuestra “zona de confort”, razón por la que me gusta viajar solo. Al estar solo, la experiencia nos enseña/obliga automáticamente a sociabilizar con personas nuevas, independiente de su origen, idioma o cultura. Cada persona que conocí era una historia nueva que incorporaba a mi vida, experiencias nuevas, visiones e ideologías, religiones y tradiciones, y todo eso que conocí, de cierta forma se grabó en mi.
Acercarnos a las vidas del otro es fundamental para achicar las fronteras y lograr un estado de paz. Acercarnos a otras culturas, interactuar con otros y conocer sus formas, hacer conocido lo desconocido, aprender a tolerar, y sobre todo, aprender a aprender de otros. Tomar la diferencia como una oportunidad y no como una amenaza es el primer paso a un estado de paz.
Por autodefensa, nos alertamos frente a estímulos desconocidos. Nuestro cuerpo y mente se preparan para enfrentarlos y definir cómo reaccionamos. Una persona nueva es un estímulo desconocido, relacionamos su aspecto a cosas que podemos conocer, asociándolos y generando un prejuicio, el que se antepondrá a nuestra interacción con esa persona. Si nuestros conceptos son negativos, nos “defenderemos”, los llamaremos por su país o etnia como maldito gringo, judío, árabe, sudaca, chino, etc.
Pero si lo asociamos a elementos positivos, a buenas experiencias, si tomamos en cuenta que independiente de donde vengan son como nosotros, pasando por las mismas o similares situaciones durante su vida, estudian las mismas cosas, tienen los mismos sueños y problemas, entre un sinfín de similitudes, estaremos un enorme paso más cerca de romper con nuestros prejuicios, de destrozar para siempre los enfrentamientos entre etnias, nacionalidades y religiones, de acercarnos y valorar a otros por su humanidad, por su condición de seres humanos más que por su procedencia.
La única forma de lograr esto es simplemente saliendo a la calle a conocer a otros, diferentes, y no temerles, sino que buscar su amistad. Si no somos capaces de lograr esto, ningún conflicto étnico o nacional terminará, ya que seguiremos perpetuando los prejuicios que nos llevan a odiar y no las preconcepciones que nos llevan a amar, enseñaremos el odio a nuestros hijos más que la integración, no por maldad sino simplemente por protección, porque el otro es “peligroso” y nos puede dañar.
Por esto, viajar y salir a conocer el mundo, interactuar con personas de lugares y creencias lo más distintas posibles, es el mejor ejercicio y la mejor arma para combatir la guerra en la que lamentablemente aún vivimos y que podemos observar día a día en los medios; terrorismo, discriminación, guerras civiles, guerras político-ideológicas, etc. Pero salir a conocer el mundo no necesariamente implica salir del país, significa interactuar con el otro, y lo mejor es partir por casa, rompiendo las barreras más cercanas que tenemos, las internas en nuestras comunidades y en nuestro país, salir de nuestros barrios y generar instancias de unión con otros.
“Viaje” y haga el ejercicio, salga de su burbuja, de su zona de comodidad, y conozca las vidas de otros, comparta con ellos, cuéntele de usted, pídale que le cuenten. Sólo así, estaremos juntos generando un pequeño pero gran cambio, achicando las fronteras, acercando a la humanidad en amistad y no en guerra, y poco a poco seremos capaces de ver a las personas por lo que son y no por sus agregados. Esto no depende de los gobiernos o municipalidades, depende de nosotros y de nuestro interés por generar una sociedad mejor.

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